Maripaz Rinconada Lorenzo Psicóloga

VELOCIDAD Y ANSIEDAD

 

 

 ¿Cuál es el precio de la velocidad? ¿Cómo responde nuestro cuerpo en un mundo cada vez más obsesionado por ir muy rápido? Con ansiedad generalizada, irritabilidad, hostilidad tensión y estado de ánimo bajo.

 


A veces confundimos la forma de actuar con la forma de ser y justificamos nuestro ritmo con un “Yo soy así” sin darnos cuenta del daño que vivir en este estado de prisa constante está generando no solo a nosotros sino también a nuestras parejas y familias. El hábito de la velocidad se extiende por todos nosotros y cada vez nos molesta más tener que esperar que nos contesten a un email, que se cargue una aplicación del móvil o que nuestra conexión a internet no sea rápida.

Es inevitable que una vida apresurada se convierta en una vida superficial, una vida vivida de puntillas que a la larga genera más tristeza que satisfacción. No es satisfactorio mirar atrás y no recordar cómo fue aquel momento tan importante porque tenías la mente puesta en lo que deberías haber hecho anteriormente o en lo que tenía que hacer después.

El psicólogo inglés Guy Claxton ya aventuró que la rapidez era una segunda naturaleza para nosotros, estábamos desarrollando una psicología interna de la velocidad, una actitud que se refuerza todos los días. En el mundo de la multitarea, de hacer o ver varias cosas a la vez, cada vez cuesta más buscar el equilibrio necesario para que seamos nosotros los que controlamos nuestro tiempo.

            La desaceleración surte efecto, os lo aseguro, y os invito a que echéis un vistazo a todo lo que hay con referencia al movimiento slow y su vivencia del tiempo. La calma es necesaria para establecer relaciones sanas con casi todos los aspectos de nuestra vida, pareja, amigos, comida, trabajo… 

 La lentitud no siempre significa ir lento, de hecho hacer algo con lentitud puede significar tener mejores resultados antes. La lentitud significa atender plenamente a lo que se tiene entre manos.

No todo tiene que ir más despacio, solo tenemos que asegurarnos de dedicar su tiempo a aquellas cosas o personas importantes que lo requieren. Podemos diferenciar lo urgente y lo importante y lo que no lo es y darle el espacio necesario. Y sobre todo tenemos que observarnos, lentamente y valorar el nivel de rapidez que nos invade tanto en nuestra actividad como en nuestros pensamientos.Y antes de llegar a la extenuación personal intentar buscar la ayuda necesaria.